Las apariencias engañan
El Talmud,
en el tratado de Julín (94a) dice que está prohibido engañar a la gente
aparentando un comportamiento que no es cierto. La ley es citada por Maimónides
en las leyes de De’ot (= Ideas, 2/6) con un ejemplo que dice: “no insistirá en que
coma una persona en su casa, sabiendo que no aceptará”.
El Talmud
trae otro ejemplo: “no le dirá que se unte de un frasco de aceite vacío”
sabiendo que esta persona no piensa untarse, pero pensará que el frasco
contiene aceite y sentirá por él un agradecimiento que no se merece.
De todos
modos, según este ejemplo, parece que la prohibición depende del hecho que el
frasco esté vacío, pero si estuviera lleno no habría problema a pesar de saber
que no aceptaría a propuesta.
¿Hay comida?
Por lo
tanto, debemos preguntarnos qué diferencia hay entre los dos ejemplos, ya que
en el primero se trata de que hay comida preparada en casa y el engaño reside
en que sabe que no aceptará.
Hay quien
lo explica diciendo que la diferencia reside en que en el primer ejemplo “insiste”
varias veces en que coma, pero si lo invita una o dos veces no hay problema. Y a
condición, por supuesto, que tiene comida en casa y está dispuesto a que venga
a comer. Pero al ofrecerle un frasco vacío, es un engaño ya a la primera vez.
Cuestiones de honor
El motivo
de que en el caso de la comida la prohibición solo cuando “insiste” varias
veces, es a causa de que se acostumbra a invitar a la gente por razones de honor,
a pesar de que saben que la proposición no será aceptada, y el invitado también
sabe que le invitan por móviles de costumbres sociales y no lo toma como engaño
mientras no haya una insistencia extraordinaria (Drisha, Jóshen Mishpat 228/7).
Otros (Lev
Arié, Julín 94a) explican que la sola invitación ya es cuestión de honor y por
lo tanto el otro puede agradecerle únicamente por el hecho de haberle tenido en
cuenta.
Proposición sincera
En Shulján
Aruj Harav (leyes de Honaá 14 y Kontras Ajarón 2) dice que en el primer caso se
trata de que la proposición no era honesta, ya que sabía que el otro no
aceptaría y si pensara que tal vez aceptaría no hubiera hecho la proposición,
pero cuando la proposición es sincera y cabía la posibilidad de que fuera
aceptada, no hay en ello ningún engaño.
Por supuesto,
tratándose del caso que tiene la posibilidad de darle comida, pero en el caso
del frasco de aceite o perfume, sabiendo que el frasco está vacío es ya un
engaño aunque tuviera la verdadera intención de darle el aceite, ya que en su estado
actual no es una oferta honesta.
Me gusta!! Gracias por compartirlo
ResponderEliminarGracias Rav por la aportación del artículo, muy lúcido y esclarecedor por separar la verdad del engaño, las apariencias de cortesía de la honestidad. Gracias por hacer florecer el judaismo auténtico, el sincero, de corazón honesto, entre tantos hierbajos que esconden puas retorcidas. Natán
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