netilat yadayim
la pureza de las manos
Pues la verdad es que la expresión esta de
‘lavarse las manos’ aparece solo una vez en la Torá, con respecto a la
purificación del hombre que ha sufrido un flujo de blenorragia o gonorrea. En caso
de haberla sufrido tres veces consecutivas, dice la Torá (Levítico 15:11) que
todo lo que toca este hombre mientras no se haya lavado las manos, quedará
impuro.
La verdad es que los Sabios ya explican en el
Talmud que en realidad no se trata de lavarse simplemente las manos, sino de
finalizar todo el proceso de purificación que dura una semana desde el momento
en que termina el flujo, y al final del séptimo día tiene que sumergirse no en
un miqvé normal sino precisamente en un manantial
Decreto de los Sabios.
Total, que en ningún lugar de la Torá se
habla del lavatorio de manos como obligación de purificarse las manos. La
obligación comenzó con un decreto de los Sabios que dieron un grado de
importancia a las manos, ya que siempre están manoseando las cosas, y por lo
tanto son más propicias a tocar cosas impuras. Así pues, mientras no tengas
cuidado de guardar tus manos puras, seguramente habrán tocado algo
impuro y tienes la obligación de purificarlas.
Bueno, no exactamente ‘obligación’, ya que no
estamos obligados a permanecer puros, mientras no estemos ocupados con los
sacrificios del Templo, y eso no le ocurre a la mayoría de la gente, y más, a
los que viven lejos de Yerushalayim. Pero había una excepción: los ‘cohanim’
(sacerdotes) podían recibir la trumá, o sea una de las prestaciones que
se sacaba de los frutos y de la masa del pan antes de cocerlo, que el cohén
debía comerlo en estado de pureza, y esto podía ocurrir en cualquier lugar,
aunque estuviera muy lejos del Templo.
Los Sacerdotes del Templo
Por lo tanto, antes de comer pan (que era el
ejemplo más corriente y cotidiano de la trumá) debían lavarse las manos,
aunque supieran que no tenían ninguna impureza, mientras no hubieran prestado atención
especial de que no hubieran tocado ninguna impureza.
Ya les debía costar mucho a los cohanim
cumplir con este requisito cuando los Sabios decidieron que, según el Talmud
para ayudarles, cualquier judío que quisiera comer pan debería también lavarse
las manos como si fuera un cohén. Más tarde añadieron la explicación que
cada uno de nosotros debe comer el pan cotidiano como si fuera un cohén,
lavándose las manos como si estuviera en el Templo, para añadir así importancia
y pureza a su comida diaria.
Y de aquí viene la obligación, ahora sí:
‘obligación’, impuesta por los Sabios, de lavarse las manos (hacer la netilá)
antes de comer pan.
Condiciones para el lavado de las manos
Las condiciones para el lavatorio de manos (netilá,
o netilat yadáyim) están en un Tratado de la Mishná llamado precisamente
“yadáyim” = ‘manos’. Allí nos explican que normalmente, para ahorrar agua, se
usaba una cantidad mínima de agua para el lavatorio de las dos manos, la
llamada revi’it, o sea un ‘cuarto’ de log, que viene a ser, según
la terminología rabínica, la capacidad de ‘un huevo y medio’. Y este volúmen,
según Maimónides corresponde a unos 75 centímetros cúbicos, y según otros
Sabios contemporáneos, unos 86 cm² o incluso 149 cm². Según los datos que he podido
encontrar, un huevo de gallina tiene un volumen de unos 60 ml=cm², y por lo
tanto uno y medio serán unos 90 ml. Podéis comprobarlo vosotr@s mism@s. El agua
debe venir a nuestras manos desde un utensilio ‘entero’, no roto, y que el agua
salga libremente y no en chorro demasiado fino.
Entre paréntesis
diré que hay muchos rabinos que afirman que podemos tomar nosotros mismos las
medidas, como hacían nuestros antepasados que no necesitaban más fórmula que la
que veían sus propios ojos, mientras que la mayoría dice que debemos atenernos
a las fórmulas recibidas de nuestros Sabios. Y cuando se trata de una duda de
algo de la Torá, por si las moscas exageraremos hacia arriba, pero en dudas
sobre decretos rabínicos, como el que nos atiende aquí, basta con tomar la
minimalista.
De todos modos,
con una revi’it bastaba para lavar las dos manos, y la halajá dice que
cuando lo haces así, debes derramar dos veces el agua sobre cada mano, mientras
que si tienes una revi’it para cada mano, basta con verter una sola vez
en cada mano. Para hacernos una idea, una botella de vino contiene 750 ml., que
deberían bastar para lavarnos cada una de las dos manos unas cuatro veces, y
los utensilios que venden para lavarse las manos, ‘wassernagel’ en yiddish, o ‘natla’
en hebreo, son incluso más grandes. O, si queréis, un vaso normal de vino
contiene unos 160 ml. Podéis medirlo con un biberón...
Cuando se hace el
lavatorio con la cantidad mínima, debemos vigilar que el agua que haya salido
de la mano en dirección a la muñeca no regrese a la mano, y por eso hay que
levantar las manos hacia arriba. Hay una explicación jasídica que dice que las
levantamos para ponerlas a la altura de nuestro cerebro. Pero cuando usamos una
cantidad de más de 90 ml para cada mano, no hay necesidad de levantar las manos
(sólo según la explicación jasídica).
¿Cuántas veces
debemos verter el aua sobre cada mano? El Shulján Aruj dice (cap. 162, cláusula
1) que si vertemos un revi’it de un golpe sobre las dos manos, ya basta,
y no es necesario levantar las manos. La hagahá dice que si hechamos
tres veces el agua sobre cada manos, no será necesario preocuparnos más, pero
el mishná brurá (15) dice que mejor hechar revi’it de un solo
golpe sobre cada una de las dos manos.
Normalmente
aceptamos la norma que el agua debe llegar a toda la mano, hasta la muñeca,
pero parece que la Mishná, y el Shulján Aruj, se refieren solo a los dedos, por
lo tanto en caso de urgencia (una herida en la palma de la mano, etc), bastará
con lavar solo los dedos.
purificación
Las manos deben
estar ya completamente limpias antes de hacer el lavatorio, ya que con éste no
intentamos limpiarlas sino purificarlas, y por lo tanto debemos comprobar que
estén perfectamente limpias, o sea, sin nada pegado a ellas: pasta, barro, etc,
y completamente secas antes de hacer el lavatorio, cuidando que
la mano que ya está húmeda no toque la seca antes de verter el agua sobre ella.
En caso de no
tener agua potable (que un perro sea capaz de beber) o que esté demasiado
caliente, tenemos varias soluciones: podemos sumergirlas en el
mar, aunque sea de agua salada (pero no hacer ‘netilá’ sino simplemente
sumergirlas directamente en el mar, y decir ‘al tevilat yadáyim’); la
segunda solución es refregarlas con algo que limpia (la pared, un trapo) y
decir ‘al netilat yadáyim’; y la última posibilidad para poder comer pan
cuando no tenemos agua es ponernos guantes (no cubrir el pan con un trapo, sino
cubrir las manos) y entonces no poder decir ninguna bendición.
Y el último
detalle, el agua debe venir por fuerza humana sobre nuestras manos. Al abrir un
grifo, el primer chorro de agua se considera fuerza humana, pero no más
adelante, por lo que deberemos abrir y cerrar varias veces.
La importancia de la netilá
El tema de la netilá
no es tan difícil como pueda parecer. Lo que lo complica mucho son las
costumbres que han quedado arraigadas y que causan las polémicas rabínicas,
sobretodo en los últimos años, ya que los textos clásicos son muy claros y
sencillos.
A pesar de ser un
mandamiento rabínico, cuidaron de darle una importancia capital, como ya hemos
dicho, para comparar nuestra comida (de pan) diaria con los sacrificios del
Templo, y por lo tanto debemos cuidar de cumplir con este precepto con sumo
cuidado.
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