LA
PROHIBICIÓN DE LA SANGRE
La Torá
dice en varios lugares (Levítico 7:26-27; Deut. 12:16-17 y 23-25; etc) que está
prohibido comer sangre. No porque sea algo malo o nocivo, sino todo lo
contrario, ya que la sangre tiene propiedades muy saludables y hay muchos
pueblos que la consumen cruda o cocida, sola o mezclada con otros alimentos. La
Torá dice que por ser tan buena, la sangre es la parte más importante del
sacrificio que se hacía en el Templo, que la derramaban sobre el altar, y por
esto nos está prohibido consumirla.
La Torá
dice explícitamente que solo la sangre de los mamíferos y de las aves nos está
prohibida, pero la de los peces y de los saltamontes (que según la Torá son casher,
pero no sabemos reconocer las especies permitidas) puede beberse sin ningún
problema (solo que si está sola en un recipiente, hay que poner escamas del
pez, para que la gente comprenda que se trata de sangre de pez, etc).
Ya
sabemos que la Torá impone diferentes castigos, que actualmente no se aplican,
según la gravedad de las trasgresiones. Los más graves son, por supuesto, las
(cuatro tipos de) penas de muerte y la llamada caret, o extirpación, que
significa que el que haya cometido una prohibición de caret está
extirpado de la vida futura, a no ser que haga teshuvá. Luego vienen las
trasgresiones cuyo castigo era la flagelación (malqot), y luego las que
basta con pagar una multa, etc.
Entendido
esto, podemos explicar que tan solo la sangre que sale al degollar el animal o
la que está dentro del corazón tiene la prohibición de caret, pero la
sangre de las heridas, o la que está en las venas y los capilares de los
miembros del animal, tiene solo la prohibición de malqot.
Y esta
sangre que está en los miembros del animal, solo está prohibida (con malqot)
cuando sale de un lado a otro mientras la cocinan, pero si queremos comer la
carne cruda, no es necesario salarla ni asarla, sino que basta con limpiarla de
la sangre superficial y ya está.
Pero si
queremos cocinar la carne, debemos antes casherizarla adecuadamente, salándola con gran cantidad de sal durante por lo menos una hora, para asegurarnos que no quede nada de ella. Y
para esto hay muchas leyes de como hacerlo con cada uno de los miembros
especiales, como el corazón, el hígado, el cerebro, etc. Por desgracia, en las
últimas décadas ya no se aprende en casa como casherizar la carne, ya
que la compramos congelada y preparada.
En
cuanto a la sangre de los huevos de aves, si sabemos que proviene del comienzo
de la creación del pollito, o sea, que el huevo ha sido fertilizado por el
gallo, la sangre está prohibida por la Torá, pero si no lo está, está permitido
según la Torá, pero los Sabios lo prohibieron.
En los
huevos fertilizados, los llamados cigotos, si aparece una gota de
sangre, la costumbre es tirar todo el huevo, a pesar de que hay Sabios que
permiten consumir el huevo mientras no esté la gota de sangre en la chalaza (el
cordón albuminoso que sujeta la yema a la membrana de la cáscara) o en la yema,
pero si aparece en la clara y aun no se ha expandido, se tira la sangre y el
huevo puede comerse.
Pero si
el huevo no ha sido fertilizado, solo la sangre está prohibida por los Sabios,
se tira y puede comerse el huevo.
¡Sorpresa,
sorpresa! El Shulján aruj (cap. 66, clausula 8 hagahá) dice que
no es obligatorio comprobar si los huevos tienen sangre o no, ya que la mayoría
no tienen, y se acostumbra a comprobarlo sólo cuando se prepara una comida con
huevos durante el día (que hay luz) para ver si tiene sangre. Igualmente, está
permitido comer huevos duros (o escalfados, o incluso sorberlos crudos) a pesar
que no se puede comprobar si tienen sangre o no.
Completamente ridículos, por lo tanto, los famosos Libelos de Sangre en los que se acusaba, en el pasado e incluso en el presente, a los judíos de beber la sangre de los niños cristianos o de usarlos para amasar harina para preparar la matzá como parte de un rito ocultista.
El Mandamiento que cumplimos al evitar comer la sangre nos lleva, por el contrario, a sentir verdadera repugnancia por cualquier alimento que contenga sangre e incluso por la mera visión de ella.
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