Varias
veces en la Torá podemos encontrar un mandamiento muy especial: el de postrarse
ante el Eterno.
Así lo dice el Libro del Deuteronomio en el capítulo 26,
versículo 10, refiriéndose a aquellos que vienen a ofrecer sus primicias al
Eterno. Pero la verdad es que no lo encontramos como mandamiento explícito más
que en este lugar: el resto de las veces se trata o del relato de la postración
de nuestros patriarcas ante el Eterno, o del relato negativo y la prohibición
de postrarse ante falsos dioses.
Pero
luego, en los Profetas y los Hagiógrafos sí que podemos encontrar más citas de
la postración como mandamiento o incluso obligación. En los Salmos aparece
muchas veces.
Una de
estas veces, en el Salmo 95 versículo 6, nos da tres fases diferentes: “Venid,
postrémonos e inclinémonos; arrodillémonos delante el Eterno”. (Hay otra
posibilidad, la llamada “qidá” קידה o inclinación de cabeza).
Las
tres fases, en hebreo, se dicen “hishtajvayá” (השתחויה)– postración; “cri’á” – inclinación (כריעה) y “brijá” – genuflexión
(בריכה). Postrarse significa echarse
al suelo por completo, sobre el vientre, con los brazos y las piernas
extendidos y la cara ‘metida’ en el suelo. Inclinarse significa doblar la
cintura hasta formar un ángulo recto, mirando hacia el suelo. Y arrodillarse,
es poner las rodillas en el suelo sin inclinar el cuerpo, con la cabeza alta.
Por
otra parte, hay una prohibición interesante, que dice que está prohibido poner
una piedra en nuestro país para postrarse sobre ella (Lev. 26:1). O sea, que
está prohibido postrarse, aunque sea al Eterno, encima de una piedra mientras
no sea en el Templo. Por lo tanto, cuando hay baldosas o piedras en el suelo,
no podemos postrarnos o arrodillarnos, pero sí podemos inclinarnos.
La
verdad es que, si bien parece que hasta hace menos de mil años aun se
practicaba la postración en la oración diaria, con la condición de poner
esteras o alfombras en el suelo para evitar que fuera sobre las baldosas, esta
costumbre desapareció del culto diario y se conserva solo en las oraciones de
Rosh Hashaná y Yom Kipur, en la oración de “Alenu leshabéaj” intercalada en la
Amidá del Jazán, y en el relato del Trabajo del Cohén Gadol en Yom Kipur.
Por lo
tanto, hemos cambiado la postración por un ‘conato’ de adoración. El Shulján
Aruj (apartado 113) dice que hay que doblar la cintura y la cabeza. Los
comentaristas del Shulján Aruj aportan la instrucción del AríZal que dice
cuando se dice la primera palabra “Baruj”, hay que doblar las rodillas como si
fuéramos a arrodillarnos, y al pronunciar la segunda palabra “atá” hay que
doblar el cuerpo por la cintura ‘hasta que revienten las vértebras’, y cuando
llegamos a la tercera, que es el Nombre del Eterno, nos levantamos. O sea, que
hacemos una muestra de “brijá” seguida de una “cri’á”. Hay sidurim que
no explican todo esto, sino que se quedan con lo que dice el Shulján Aruj, que
hay que inclinarse, sin especificar.
Pero,
¡cuidado! el Shulján Aruj, en el mismo apartado, cita el Talmud que dice que
estas postraciones se hacen únicamente al principio y al final de dos
bendiciones de la Amidá: la primera bendición, la de los Patriarcas, que
termina diciendo “Baruj atá A. Maguén Avraham”, y la de Modim (la penúltima),
que comienza diciendo “Modim anajnu laj” (y aquí la primera fase, el conato de
arrodillamiento, se hace en la primera palabra ‘modim’, la segunda fase, doblar
el cuerpo, en la palabra ‘anajnu’ y nos levantamos al decir ‘laj’) y al final
de esta bendición, cuando dice “Baruj atá A. hatov shimjá uljá naé lehodot”. En
todas las otras bendiciones de la Amidá está prohibido postrarse (y al dar los
tres pasos hacia atrás, dice Maimónides que también debemos postrarnos –
“cri’á”).
Es más,
el Talmud (Brajot 34b) dice que había una diferencia entre las oraciones del
‘pueblo’ y las del Cohén Gadol (el Sumo Sacerdote) y las del Rey. Como ya hemos
dicho, el pueblo se postraba (y en aquel tiempo lo hacían en el suelo, y más si
era en el Templo) solo en estas dos bendiciones, como hemos explicado, mientras
que el Cohén Gadol lo hacía al principio y al final de cada bendición. Y el
Rey, de la estirpe de David, se postraba solo al comenzar la primera bendición
y se quedaba así postrado hasta el final de la oración, y explica el
comentarista Rashi, que cuanto mayor es, más debe humillarse ante el Creador.
Todo
esto se refiere a la oración de la Amidá, tanto de dias laborales como de
festivos. En cuanto a la costumbre de postrarse al decir “Barjú” o al recitar
diariamente el “Alenu leshabéaj”, la costumbre es de inclinar un poco la cabeza
y el torso (“qidá”), pero no se hace como en la Amidá.
Celebrando el Yom Yerushalayim, la reconquista de la
Ciudad de Yerushalayim en la Guerra de los Seis Días, recemos para que podamos
cumplir la halajá de postrarnos (“hishtajvayá”) ante el Eterno en Su Casa reconstruida
en vida nuestra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario