Un poco de historia
Para
hablar correctamente de la Fiesta de Purim no tenemos más remedio que estudiar
un poco de Historia.
Estamos
en los setenta años de exilio, después de la destrucción del Primer Templo de
Jerusalén, hace unos dos mil quinientos años.
El
final del Primer Templo fue horroroso: quedaron unos pocos miles de personas
que fueron exiliadas a Babilonia en tres deportaciones: tres mil veintitrés en
la primera, ochocientas treinta y dos en la segunda y cuatro mil seiscientas en
la tercera. Ocho mil cuatrocientas cincuenta y cinco personas en total. Otros
poquísimos quedaron en la tierra conquistada y se fugaron a Egipto con la
ilusión de sobrevivir la catástrofe, pero allí fueron aniquiladas al poco
tiempo junto con el ejército del Faraón Jofrá, como relata el Profeta Jeremías
en el capítulo 44 de su libro.
Pero
los exiliados en Babilonia prosperan y al cabo de varias décadas ya son decenas
de miles de personas.
El regreso
Los
reyes se suceden y llega la invasión meda, al mando del rey Darío y la persa al
mando del rey Ciro. Éste último concede un permiso especial a todos los que
habían sido deportados por los reyes babilónicos para que regresen a sus países
de origen y reconstruyan los templos de sus dioses. Y entre ellos se ven
beneficiados también los judíos, que reciben permiso para regresar a su país y a
reconstruir el Templo de Jerusalén.
El
problema es que la mayoría de los judíos prefieren quedarse en Babilonia, donde
se han asentado y han recibido una independencia interna y un estatus social
muy alto. En total se deciden a repatriarse sólo cuarenta y dos mil trescientas
sesenta personas, bajo el mando del virrey Zerubavel y de Serayá el Sumo
Sacerdote. El Talmud dice que los repatriados eran en su mayoría la escoria de
la sociedad, que dejaron a la judería babilónica limpia de problemas.
Los samaritanos y los
amalequitas
Los
judíos que llegan a su país comienzan a reconstruir su país y su Templo, bajo
la constante amenaza de los samaritanos. Este pueblo había sido importado por
los reyes babilónicos y habían ocupado gran parte del territorio del antiguo
reino de Israel, y ahora se veían amenazados por el regreeso de los judíos y
por lo tanto hacían todo lo posible por impedir la reconstrucción de un reino
judío y de un Templo que atraería a más judíos. Y éstos se ven apoyados por los
amalequitas, el eterno enemigo de los judíos.
Una de
las tretas que intentan para ello es el envío de unos consejeros que convenzan
al rey sobre el peligro que puede presentar para el persa la reconstrucción del
reino judío y de su Templo. Y consiguen que el rey, ya el sucesor de Ciro,
llamado Ajashverósh, Jerjes o Asuero, que la reconstrucción sea interrumpida.
Todo esto puede leerse en los primeros capítulos del Libro de Esdras, del uno
al quinto.
Y aquí
empieza el relato de la Meguilá de Ester. El nombre de uno de los mensajeros es
Hamán el Amalequita, que llega a ocupar el puesto de primer ministro en el
gobierno de Ajashverósh, y que no se contenta con la abolición del decreto de
Ciro sino que comienza con un plan nazi de humillación de los judíos que
conduzca hasta su exterminio, como siempre han hecho los amalequitas a lo largo
de nuestra historia.
La reina Ester
El
libro de Ester nos presenta una sociedad promiscua y lasciva, con banquetes que
duran medio año y concursos de reina de belleza para que el rey pueda elegir su
nueva esposa, y que por cierto continúa incluso después de haber elegido a
Ester como esposa, con la esperanza de encontrar otra incluso más bonita...
La
imagen de Ester ha sido siempre admirada por los anussim, ya que representa el
papel de una judía que se ve privada de la posibilidad de cumplir abiertamente
con sus creencias o de publicar su verdadera identidad, y que a pesar de todo
sigue cumpliendo sus obligaciones como judía.
Pero yo
creo que el verdadero mensaje que nos enseña la Reina Ester es el del compromiso
cuando su primo Mordejay le da a conocer el peligro en que se vé todo el Pueblo
Judío. Ester prepara un plan maquiavélico para hacer caer al primer ministro:
es un plan que podría servir de base para un best seller sobre las intrigas de
palacio. Pero Ester no se olvida de un ingrediente que raras veces se encuentra
en las novelas de suspense: la intervención divina, pero no esporádica sino
convocada por la reina y por todo el Pueblo.
El banquete
Lo
intrigante es precisamente eso: ¿por qué el Creador permite que el Pueblo
llegue a una situación tan desesperada?
La
respuesta está en lo que vimos al comienzo. El Pueblo Judío ha sido invitado (por
el Creador, por medio de Ciro, su ungido) a restaurar su país y a reconstruir
su Templo. Y la reacción del pueblo ha sido desesperante: no quieren moverse de
su diáspora, se sienten muy bien como minoría irresponsable, en un país que se
aprovecha de su talento y de sus habilidades. Han empezado a reconstruir el
Templo y no parecen inmutarse al ver la empresa interrumpida. No hay más
remedio que sacudirlos de mala manera para que entren en razón: un decreto de
exterminio.
En
realidad, el sosiego y la ecuanimidad con que reciben la invitación a
participar en el gran banquete del rey parecen surrealistas. Se trata de un
banquete para celebrar la victoria del rey nada menos que sobre la profecía de
Jeremías que decía que al cabo de setenta años de diáspora, los judíos regresarían
a su país y reconstruirían el Templo, y he aquí que solo han regresado unos
pocos y el rey ha dado orden de paralizar la reconstrucción del Templo. El rey
le ha ganado el pulso al profeta (y al Creador que lo ha mandado) y lo celebra
con un festín que dura ciento ochenta días, medio año. Y los judíos acuden al
festín. De mala gana, tal vez, pero acuden. ¡¿Cómo es posible?!
Después del milagro
Ya
conocemos el resultado: en lugar de colgar al primo de Ester, Mordejay, son el
primer ministro y sus múltiples hijos los que llegan a la horca, y los judíos
luchan por su vida y matan a los amalequitas que los amenazaban.
Pero
eso no es todo. El libro de Esdrás, con el que habíamos comenzado, continúa en los
capítulos 6 y 7 diciendo que se renovó la reconstrucción del Templo e incluso
la repatriación en otras sucesivas olas de inmigrantes judíos que reforzaron a
los que ya estaban en la patria ancestral.
Por
desgracia, aun después de la gran amenaza que representó el decreto de Hamán,
los judíos no aprendieron la moraleja y durante los siglos que duró el Segundo
Templo de Jerusalén, se mantuvo una prestigiosa comunidad judía en Babilonia,
que hacía la competencia a la de Israel. El Templo no recuperó la reputación y
notoriedad que había tenido antes de su previa destrucción, y los judíos no
recuperaron su independencia, salvo unos años que siguieron a la revuelta de
los macabeos.
La alegría de Purim
La
alegría de Purim no debe ser tan solo por haber superado la crisis generada por
el decreto de exterminio, sino por las puertas que abrió al posibilitar la
continuación de la inmigración y de la restauración del Templo.
La
imagen de la reina Ester es la imagen de la Shejiná, la Presencia Divina, que
espera la oportunidad de regresar a Su Casa y de reunirse con sus hijos que
regresan de una larguísima ausencia de casi dos mil años. El vino es el símbolo
del misterio que mantiene vivo a nuestro pueblo a pesar de los infinitos
enemigos que le persiguen e intentan exterminarlo, tanto si son conscientes de
ello, como si se sirven de excusas políticas o sociales para intentarlo.
El Rey,
que aparece innumerables veces en la Meguilá, hace referencia al Rey de Reyes,
que urde de incógnito detrás del bastidor y no se deja ver mientras nuestro
Pueblo esté en la Diáspora. Un rey que nos pone a prueba y que intenta
despertar nuestro interés por una independencia política, social, económica y
sobre todo religiosa, el retorno a nuestra identidad, particular y nacional.
¡Feliz fiesta!
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