En la
parashá de Nitzavim (Deuteronomio 29:9-30:20) está el capítulo que trata de la Teshuvá, que es una
expresión en hebreo (תשובה, de la raíz ‘sh.v.’ ש"ב) que puede ser traducida por el Arrepentimiento o por el
Retorno. En este caso deberemos preferir la del Retorno. No se trata de un
retorno particular, sino del Retorno del Pueblo Judío a su Patria, a la Tierra
que el Creador juró a nuestros antepasados, a los Patriarcas y a sus
descendientes.
Los
capítulos anteriores, especialmente el 28, pero también el 29, hablan del gran
castigo que espera al Pueblo en caso de no cumplir los Mandamientos del
Creador. Por desgracia estas profecías se han cumplido y hemos recibido todos
los castigos descritos en estos capítulos.
Nuestros Sabios explican que cuando
hay una profecía negativa, un decreto en contra de Israel, nuestra misión es
procurar abolirlo, hacer todo lo posible para que no se cumpla. Y de todos
modos, si llega a cumplirse nosotros podemos decir que hemos hecho todo lo
posible, sin desanimarnos un solo momento, para que el desastre no ocurriera.
Y
seguimos esforzándonos para que desaparezca lo antes posible, y no queremos
‘acostumbrarnos’ a la nueva realidad, sino que hacemos todo lo posible para
reparar el error, para eliminar el motivo del castigo.
La peor
maldición que aparece en estos capítulos es la diáspora, la explulsión de los
judíos de su Patria. Es el colmo de la desgracia, y por esto aparece al final
de la lista de maldiciones.
Y una
de las características de esta maldición es que tenemos la tendencia a pensar
que no es un castigo divino, sino una consecuencia de las desgracias que le han
precedido. Pensamos que el castigo es la destrucción del Templo a manos de los
romanos, y que la dispersión que viene a continuación es sólo la consecuencia
de la desaparición de este núcleo de vida judía.
Por
esto tardamos mucho en comprender que la diáspora también es castigo divino y
necesitamos que otras naciones nos lo expliquen. Sólo cuando vemos que los
polacos, los griegos y los serbios reclaman su independencia nacional, nos
damos cuenta que nosotros también somos una nación oprimida, y empezamos a
añorar nuestra Patria, y empieza el deseo de retornar a ella, y nos damos
cuenta que la dispersión bimilenaria también era un castigo divino.
Por
supuesto que durante toda la época de la Diáspora siempre hubo judíos
conscientes de ello, que comprendían perfectamente que no era una simple
consecuencia de un desastre anterior, sino un desastre en sí, y como tal debía
ser comprendido como un castigo divino. Pero la mayoría del Pueblo no lo
entendía.
Para ellos no era más que una realidad diaria contra la cual no
teníamos nada que hacer. Al igual que aceptaban la peste, la suciedad, etc.
como cosas inevitables y por lo tanto les costaba comprender que fueran
castigos y que debieran ser reparadas por nosotros cuanto antes mejor.
Ahí
llega el capítulo del Retorno, que es también de Arrepentimiento, y regresamos.
En primer lugar nos damos cuenta que estamos en la Diáspora, lejos de casa, y
que esto es un castigo. Esta expresión en hebreo usa el verbo ‘retornar al
corazón’ (‘vahashevotá el levaveja’ והשבת אל לבבך en el versículo 1º) refiriéndose a la
reflexión sobre la situación en que estamos.
Pero
esto no basta. El segundo versículo habla del regreso al Creador y escuchar su
voz. La expresión en hebreo es ‘regresarás hasta el Creador’ (‘veshavtá
ad haShem’ ושבת עד
ה' ),
teniendo en cuenta que la preposición ‘ad’ significa ‘hasta’ pero ‘quedándose
fuera’ = ‘te acompaño hasta tu casa, pero me quedo fuera’. Lo cual
significa que comienza un proceso nacional de Retorno ‘hacia’ el Creador, pero
sin llegar al Creador mismo. O sea, un proceso ateo, completamente secular, sin
entender aun que se trata de un proceso divino.
Después
de estos dos primeros pasos, la reflexión y la predisposición a cumplir la
misión (del retorno), el Creador nos abre las puertas y nos permite el regreso
físico a nuestra Patria Ancestral: el versículo tercero que dice ‘regresará
(sic) el Creador a tus retornantes, y volverá a reunirte de entre todas las
naciones en las que te dispersó’ (en hebreo: ‘veshav haShem E’lohéja et shevutjá...
veshav vequibetsjá micol ha’amim’ ושב ה' א-לוקיך את שבותך... ושב
וקבצך מכל העמים ).
Luego
viene un proceso extraño, de circuncisión de los corazones (versículo 6),
destinado a que el Pueblo que hasta ahora participa en un proceso ‘secular’,
comprenda que en realidad se trata de un proceso profético, divino, y que es el
Creador que nos había mandado a la Diáspora y que el retorno está ligado a una
vida más conectada a la voluntad del Creador.
Y,
efectivamente, en el versículo 8 el Pueblo vuelve a dar un paso al ‘volver a
escuchar’ la voz del Creador (‘veatá tashuv veshama’tá’ ואתה תשוב ושמעת ), compensado en el versículo 9 cuando
dice que el Creador ‘volverá a alegrarse’ (yashuv haShem lasús aléja
letov’ ישוב ה'
לשוש עליך לטוב ). Y termina diciendo, en el versículo décimo, que ‘volverás al
Creador’ (‘tashuv el haShem’ תשוב אל ה') y aquí usa otra preposición, ‘el’ que
también significa ‘a’ o ‘hacia’, pero con el significado inclusivo de ‘llegar y
entrar’ a la meta, o sea, el reconocimiento de que todo esto era en realidad un
proceso divino en el cual tenemos el honor de tomar parte positiva, al regresar
nosotros mismos a la Patria ancestral y al ayudar a nuestros hermanos a
realizar el proceso.
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