miércoles, 29 de febrero de 2012

La fiesta de Purim


Un poco de historia

Para hablar correctamente de la Fiesta de Purim no tenemos más remedio que estudiar un poco de Historia.
Estamos en los setenta años de exilio, después de la destrucción del Primer Templo de Jerusalén, hace unos dos mil quinientos años.
El final del Primer Templo fue horroroso: quedaron unos pocos miles de personas que fueron exiliadas a Babilonia en tres deportaciones: tres mil veintitrés en la primera, ochocientas treinta y dos en la segunda y cuatro mil seiscientas en la tercera. Ocho mil cuatrocientas cincuenta y cinco personas en total. Otros poquísimos quedaron en la tierra conquistada y se fugaron a Egipto con la ilusión de sobrevivir la catástrofe, pero allí fueron aniquiladas al poco tiempo junto con el ejército del Faraón Jofrá, como relata el Profeta Jeremías en el capítulo 44 de su libro.
Pero los exiliados en Babilonia prosperan y al cabo de varias décadas ya son decenas de miles de personas.

El regreso

Los reyes se suceden y llega la invasión meda, al mando del rey Darío y la persa al mando del rey Ciro. Éste último concede un permiso especial a todos los que habían sido deportados por los reyes babilónicos para que regresen a sus países de origen y reconstruyan los templos de sus dioses. Y entre ellos se ven beneficiados también los judíos, que reciben permiso para regresar a su país y a reconstruir el Templo de Jerusalén.
El problema es que la mayoría de los judíos prefieren quedarse en Babilonia, donde se han asentado y han recibido una independencia interna y un estatus social muy alto. En total se deciden a repatriarse sólo cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, bajo el mando del virrey Zerubavel y de Serayá el Sumo Sacerdote. El Talmud dice que los repatriados eran en su mayoría la escoria de la sociedad, que dejaron a la judería babilónica limpia de problemas.

Los samaritanos y los amalequitas

Los judíos que llegan a su país comienzan a reconstruir su país y su Templo, bajo la constante amenaza de los samaritanos. Este pueblo había sido importado por los reyes babilónicos y habían ocupado gran parte del territorio del antiguo reino de Israel, y ahora se veían amenazados por el regreeso de los judíos y por lo tanto hacían todo lo posible por impedir la reconstrucción de un reino judío y de un Templo que atraería a más judíos. Y éstos se ven apoyados por los amalequitas, el eterno enemigo de los judíos.
Una de las tretas que intentan para ello es el envío de unos consejeros que convenzan al rey sobre el peligro que puede presentar para el persa la reconstrucción del reino judío y de su Templo. Y consiguen que el rey, ya el sucesor de Ciro, llamado Ajashverósh, Jerjes o Asuero, que la reconstrucción sea interrumpida. Todo esto puede leerse en los primeros capítulos del Libro de Esdras, del uno al quinto.
Y aquí empieza el relato de la Meguilá de Ester. El nombre de uno de los mensajeros es Hamán el Amalequita, que llega a ocupar el puesto de primer ministro en el gobierno de Ajashverósh, y que no se contenta con la abolición del decreto de Ciro sino que comienza con un plan nazi de humillación de los judíos que conduzca hasta su exterminio, como siempre han hecho los amalequitas a lo largo de nuestra historia.

La reina Ester

El libro de Ester nos presenta una sociedad promiscua y lasciva, con banquetes que duran medio año y concursos de reina de belleza para que el rey pueda elegir su nueva esposa, y que por cierto continúa incluso después de haber elegido a Ester como esposa, con la esperanza de encontrar otra incluso más bonita...
La imagen de Ester ha sido siempre admirada por los anussim, ya que representa el papel de una judía que se ve privada de la posibilidad de cumplir abiertamente con sus creencias o de publicar su verdadera identidad, y que a pesar de todo sigue cumpliendo sus obligaciones como judía.
Pero yo creo que el verdadero mensaje que nos enseña la Reina Ester es el del compromiso cuando su primo Mordejay le da a conocer el peligro en que se vé todo el Pueblo Judío. Ester prepara un plan maquiavélico para hacer caer al primer ministro: es un plan que podría servir de base para un best seller sobre las intrigas de palacio. Pero Ester no se olvida de un ingrediente que raras veces se encuentra en las novelas de suspense: la intervención divina, pero no esporádica sino convocada por la reina y por todo el Pueblo.

El banquete

Lo intrigante es precisamente eso: ¿por qué el Creador permite que el Pueblo llegue a una situación tan desesperada?
La respuesta está en lo que vimos al comienzo. El Pueblo Judío ha sido invitado (por el Creador, por medio de Ciro, su ungido) a restaurar su país y a reconstruir su Templo. Y la reacción del pueblo ha sido desesperante: no quieren moverse de su diáspora, se sienten muy bien como minoría irresponsable, en un país que se aprovecha de su talento y de sus habilidades. Han empezado a reconstruir el Templo y no parecen inmutarse al ver la empresa interrumpida. No hay más remedio que sacudirlos de mala manera para que entren en razón: un decreto de exterminio.
En realidad, el sosiego y la ecuanimidad con que reciben la invitación a participar en el gran banquete del rey parecen surrealistas. Se trata de un banquete para celebrar la victoria del rey nada menos que sobre la profecía de Jeremías que decía que al cabo de setenta años de diáspora, los judíos regresarían a su país y reconstruirían el Templo, y he aquí que solo han regresado unos pocos y el rey ha dado orden de paralizar la reconstrucción del Templo. El rey le ha ganado el pulso al profeta (y al Creador que lo ha mandado) y lo celebra con un festín que dura ciento ochenta días, medio año. Y los judíos acuden al festín. De mala gana, tal vez, pero acuden. ¡¿Cómo es posible?!

Después del milagro

Ya conocemos el resultado: en lugar de colgar al primo de Ester, Mordejay, son el primer ministro y sus múltiples hijos los que llegan a la horca, y los judíos luchan por su vida y matan a los amalequitas que los amenazaban.
Pero eso no es todo. El libro de Esdrás, con el que habíamos comenzado, continúa en los capítulos 6 y 7 diciendo que se renovó la reconstrucción del Templo e incluso la repatriación en otras sucesivas olas de inmigrantes judíos que reforzaron a los que ya estaban en la patria ancestral.
Por desgracia, aun después de la gran amenaza que representó el decreto de Hamán, los judíos no aprendieron la moraleja y durante los siglos que duró el Segundo Templo de Jerusalén, se mantuvo una prestigiosa comunidad judía en Babilonia, que hacía la competencia a la de Israel. El Templo no recuperó la reputación y notoriedad que había tenido antes de su previa destrucción, y los judíos no recuperaron su independencia, salvo unos años que siguieron a la revuelta de los macabeos.

La alegría de Purim

La alegría de Purim no debe ser tan solo por haber superado la crisis generada por el decreto de exterminio, sino por las puertas que abrió al posibilitar la continuación de la inmigración y de la restauración del Templo.
La imagen de la reina Ester es la imagen de la Shejiná, la Presencia Divina, que espera la oportunidad de regresar a Su Casa y de reunirse con sus hijos que regresan de una larguísima ausencia de casi dos mil años. El vino es el símbolo del misterio que mantiene vivo a nuestro pueblo a pesar de los infinitos enemigos que le persiguen e intentan exterminarlo, tanto si son conscientes de ello, como si se sirven de excusas políticas o sociales para intentarlo.
El Rey, que aparece innumerables veces en la Meguilá, hace referencia al Rey de Reyes, que urde de incógnito detrás del bastidor y no se deja ver mientras nuestro Pueblo esté en la Diáspora. Un rey que nos pone a prueba y que intenta despertar nuestro interés por una independencia política, social, económica y sobre todo religiosa, el retorno a nuestra identidad, particular y nacional.

¡Feliz fiesta!

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