lunes, 26 de marzo de 2012

El Frasco Vacío


Las apariencias engañan

El Talmud, en el tratado de Julín (94a) dice que está prohibido engañar a la gente aparentando un comportamiento que no es cierto. La ley es citada por Maimónides en las leyes de De’ot (= Ideas, 2/6) con un ejemplo que dice: “no insistirá en que coma una persona en su casa, sabiendo que no aceptará”.

El Talmud trae otro ejemplo: “no le dirá que se unte de un frasco de aceite vacío” sabiendo que esta persona no piensa untarse, pero pensará que el frasco contiene aceite y sentirá por él un agradecimiento que no se merece.

De todos modos, según este ejemplo, parece que la prohibición depende del hecho que el frasco esté vacío, pero si estuviera lleno no habría problema a pesar de saber que no aceptaría a propuesta.

¿Hay comida?

Por lo tanto, debemos preguntarnos qué diferencia hay entre los dos ejemplos, ya que en el primero se trata de que hay comida preparada en casa y el engaño reside en que sabe que no aceptará.

Hay quien lo explica diciendo que la diferencia reside en que en el primer ejemplo “insiste” varias veces en que coma, pero si lo invita una o dos veces no hay problema. Y a condición, por supuesto, que tiene comida en casa y está dispuesto a que venga a comer. Pero al ofrecerle un frasco vacío, es un engaño ya a la primera vez.

Cuestiones de honor

El motivo de que en el caso de la comida la prohibición solo cuando “insiste” varias veces, es a causa de que se acostumbra a invitar a la gente por razones de honor, a pesar de que saben que la proposición no será aceptada, y el invitado también sabe que le invitan por móviles de costumbres sociales y no lo toma como engaño mientras no haya una insistencia extraordinaria (Drisha, Jóshen Mishpat 228/7).

Otros (Lev Arié, Julín 94a) explican que la sola invitación ya es cuestión de honor y por lo tanto el otro puede agradecerle únicamente por el hecho de haberle tenido en cuenta.

Proposición sincera

En Shulján Aruj Harav (leyes de Honaá 14 y Kontras Ajarón 2) dice que en el primer caso se trata de que la proposición no era honesta, ya que sabía que el otro no aceptaría y si pensara que tal vez aceptaría no hubiera hecho la proposición, pero cuando la proposición es sincera y cabía la posibilidad de que fuera aceptada, no hay en ello ningún engaño.

Por supuesto, tratándose del caso que tiene la posibilidad de darle comida, pero en el caso del frasco de aceite o perfume, sabiendo que el frasco está vacío es ya un engaño aunque tuviera la verdadera intención de darle el aceite, ya que en su estado actual no es una oferta honesta.

2 comentarios:

  1. Me gusta!! Gracias por compartirlo

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  2. Gracias Rav por la aportación del artículo, muy lúcido y esclarecedor por separar la verdad del engaño, las apariencias de cortesía de la honestidad. Gracias por hacer florecer el judaismo auténtico, el sincero, de corazón honesto, entre tantos hierbajos que esconden puas retorcidas. Natán

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